En estos últimos años, sostenibilidad o arquitectura bioclimática son conceptos que han pasado a estar de moda. Me cuesta relacionar la palabra moda con la sostenibilidad, porque el término moda conlleva una connotación frívola, del gusto pasajero, del capricho del momento, que lleva a que usemos un color o una forma durante un tiempo para sustituirlos por otros diferentes, sin que medio un criterio objetivo en ello, sino tan sólo mercantil. La sostenibilidad debe ser un término de actualidad nunca de moda. Muchos arquitectos de nuestra época se califican de bioclimáticos o sostenibles; la actualidad o la moda del término les obliga a ello. Sin embargo, en muchísimos casos, sus proyectos distan mucho de merecer ese calificativo, ya que en ocasiones simplemente se han limitado a cumplir lo que exigía la normativa o a emplear algún material de cierta singularidad. Esta actitud llega incluso a arquitectos de prestigio, que califican, o sus obras son calificadas por los medios, de sostenibles, haciendo creer al observador que están aportando grandísimas novedades en este delicado campo. Es fácil de comprobar que todo esto dista mucho de la realidad. No pasaría nada si al tiempo no dejaran en el olvido a arquitectos anónimos con obras de menor importancia mediática que llevan muchos años haciendo el gran esfuerzo de aportar mejoras medioambientales a sus edificios, peleando con normativas absurdas, promotores intransigentes y propiedades incrédulas del beneficio que pueden obtener de sus obras. La presencia de estos conceptos en los medios y su identificación con estos arquitectos popularizados no es necesariamente mala, aunque tiene una doble lectura, una negativa y positivo. La positiva, por que transmite a la sociedad, a través de personajes conocidos, el concepto de sostenible, extendiéndolo; esto abre más puestas y más rápidamente que años de esfuerzo callado y con una trascendencia mucho más limitada. Hay que aprovechar este hecho. No obstante hay un aspecto negativo, ya que una vez analizado el proyecto o vivido el edificio se podrá comprobar que su contenido realmente no es bioclimático y crear en los promotores, la administración o los usuarios una sensación de engaño o, en el mejor de los casos, de frustración al percibir que las expectativas no se han cumplido. Puede llevar a suponer que la sostenibilidad o el bioclimatismo representan palabrería sin contenidos; esto puede dar al traste con el esfuerzo de muchos años en este campo. Hay que aprovechar la difusión en los medios de estos conceptos y de las obras que los sustentan, pero hay que enseñar a diferenciar entre las obras con contenido de las que exclusivamente se ponen la etiqueta, aunque correspondan a magníficos arquitectos de gran prestigio, pero cuyo objetivo profesional no es la sostenibilidad. En estos momentos de arquitecturas desmedidas, desracionalizadas, la función de la sostenibilidad debe cobrar protagonismo y trascender de la moda.

F. Javier Neila Gonzalez
Doctor Arquitecto
Catedrático de Arquitectura Bioclimática y Acondicionamiento Ambiental
Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid
Director del Master en Medio Ambiente y Arquitectura Bioclimática
Investigador responsable del grupo de investigación ABIO-UPM
Miembro del Comité Científico de Asociación Sostenibilidad y Arquitectura ASA

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